Vosotros

jueves, 26 de julio de 2012

06* Un asunto pendiente.



Liberty.
Con su eterno cielo gris. Con esa brisa que hacía estremecer de frío. Con sus casas de madera y humo en las chimeneas. Con el bosque oscuro detrás, y la playa delante.
Llegué a mi casa, la cerré, y corrí a mi habitación. Oí ruidos en la cocina, y supuse que era mi madre.
-¿Cat, estás ahí?
Respondí con un portazo. Me senté en mi silla al lado de la ventana, perdiendo mis pensamientos entre las nubes amenazadoras de tormenta.
-¿Cat?-dijo mi madre, abriendo la puerta.- ¿estás bien?
No respondí.
Se sentó a mi lado, en la cama.
-Me puedes decir lo que sea.
Asentí.
-¿Te acuerdas de Luk?-empecé.
-¿El delgaducho con cara de estreñido?
Sonreí.
-El mismo. Pues hace una hora vino aquí y me dijo que su hermano, Rob, había desaparecido.
-¿Ah? ¿Luk tiene hermano? ¿Lo conoces?
-Sí.
-¿Y qué tal es?
-Es simpático.-dije, recordando el casi pero no beso.
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Es guapo?
-Mamá…
-Vamos, dime.
-Bueno…
Le señalé la foto de sus ojos, la que hice el día en que nos conocimos.
-Es él.
-Wow. Bonitos ojos. No me hace falta ver lo demás para saber que es un rompecorazones.
Sacudí la cabeza. Mi madre jamás cambiaría.
-¿Y qué más pasó?
-Pues que de repente apareció Rob cuando Luk se había ido, y me llevó a la playa.
-Mmm…muy romántico…
-Cuando le pregunté qué pasaba, no me quiso decir nada y me fue a besar, pero al final se arrepintió y me fui corriendo.
-Bah, hombres. No hagas caso. Los White no te merecen. Vamos, Cat, te prepararé palomitas y veremos una película. Te dejo escoger a ti.-se levantó y se fue.
Sonreí otra vez. Cada vez que estaba triste, mi madre y yo veíamos una película. Y siempre se me pasaba todo.
Pero esta vez, era diferente. Rob era diferente. ¿Por qué? No entendía nada. ¿Por qué Luk decía que había desaparecido, si estaba aquí mismo?
-Hola, ¿comisaría de Liberty?-pregunté por teléfono.
Había decidido tomar cartas con el asunto.
-Sí, ¿qué pasa?-respondió una voz masculina, no muy alegre.
-¿Han recibido algún caso de desaparición últimamente?
-No, desde hace años. ¿Con qué causa pregunta eso?
-Nada, curiosidad. Gracias, y perdón las molestias.-colgué.
Luk había mentido. Y yo averiguaría el por qué de toda esta tontería.
-Mamá, voy a salir.
-¡Pero si cenaremos en nada…!-protestó.
Suspiré. Mis planes podían esperar a mañana.
-Vale, saldré mañana.

...
-¿Cat, qué haces aquí?-dijo un Luk muy confundido.
Había decidido ir al lugar que más odiaba en ese momento. Chez White. 
Le aparté y entré en la casa sin su permiso.
-¿Rob?-grité con todas mis fuerzas en la casa.
-Pero, Cat…-dijo Luk. Lo ignoré.
Recorrí todas las habitaciones de la casa, pero parecía que allí no había nadie.
-¿Rob? –grité más fuerte por la ventana.- ¿Hay alguien?
Entré en la última habitación que me quedaba por ver. La habitación de Rob y de Luk.  Abrí la puerta, y me quedé con la boca abierta.
Era una habitación sencilla, con un escritorio al lado de la ventana, dos camas y algunas cosas desperdigadas por ahí. Pero eso no fue lo que me sorprendió.
Había fotos mías por todas partes. Fotos de mí, en el parque, en clase, haciendo fotos yo a algo, riéndome, llorando, comiendo un helado, poniéndome un sombrero en una tienda, en la playa. Un montón de escenas que había intentado olvidar con todas mis fuerzas estaban allí, plasmadas, colgando en una pared. Eran más que recuerdos.
-Sé que esto parece algo psicópata, pero es que no podía parar de pensar en ti.-dijo una voz a mis espaldas.
Me giré, con lágrimas en los ojos-últimamente lloraba más de lo habitual-y un corazón en mil pedazos. Miré a Luk.
-Te odio.-murmuré.
Él sonrió, triste. Me acordé cuando todo había cambiado. Los había pillado, a él y a ella. Ella era una chica muy simpática, con pelo rizado rubio y los ojos oscuros como la noche. Ella no sabía que Luk tenía novioa. Nos engañó a las dos. Ella, Danielle, se convirtió en una gran amiga mía. Odiábamos a la misma persona, por el daño que nos había hecho. El mismo dolor.
-Fui un estúpido. ¿Sabes que siempre te había querido a ti? Sólo a ti. Pero esa noche no sé qué me pasó. Sé que jamás me perdonarás, y te entiendo. Yo tampoco me he perdonado a mí mismo. Te perdí para siempre. Soy imbécil.
Cerré los ojos. No quería escuchar nada más. No quería verle nunca más.
-Te quiero.-murmuró a mi oído.
Y me besó. Mis lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas. El tacto de su piel me dolía. Luk besó mis lágrimas, me besó, me abrazó. Yo me quedaba quieta, sin hacer nada, como si fuera una estatua.
No lo soporté más. Abrí los ojos, y le empujé con todas mis fuerzas. Él cayó al suelo, desconcertado, y yo me fui corriendo por las escaleras.
Cuando salí de la casa, mi corazón volvió a latir con normalidad.
Cuando corría por las calles de Liberty, con la lluvia golpeando con furia mi rostro, mezclando mis lágrimas con las suyas, choqué con alguien.
-¿Caterina?-oí una voz familiar.
-¿Rob?-conseguí decir, con la voz rota.
Tenía a Rob delante, completamente empapado. Su pelo rojo, oscuro por el agua, le caía por la frente, y sus ojos grises eran más bellos de lo normal.
-¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?-me abrazó, intentado consolarme.
-Luk…-murmuré. Miré por encima de mi hombro, temerosa de que me hubiera seguido.
En la calle no había ni Dios.
-¿Qué te ha hecho él esta vez?-dijo, mirándome directamente a los ojos.
No iba a decírselo. No, claro que no.
-Nada-mentí.
-Caterina…
-No me llames así.
-Como si quiero llamarte Pepa de las Flores. Y no me cambies de tema.
Nos quedamos mirando así. Me gustaba discutir con él.
Con el pulgar, me empezó a acariciar lentamente la mejilla. Sonreí.
-Siento lo de ayer. No sé qué me cogió.
-Da igual.
-No, no da igual. ¿Sabes por qué?
-¿Qué?-pregunté, extrañada.
-Porque tenemos un asunto pendiente, Caterina.
Y me besó.
No fue como el beso de Luk, rápido, hambriento, doloroso. Fue un beso suave, dulce. Un beso como una caricia, leve como un suspiro.  

miércoles, 25 de julio de 2012

05* Casi.



Era el Océano.
Grande, gris azulado, de aire limpio y salado, con la melodía de sus olas llenando cada rincón del lugar.
Llené mis pulmones de ese aire, y luego los vacié. Sonreí.
-¿Te gusta este lugar?
-Me encanta.-respondí.
Rob me sonrió, complacido. Era una sonrisa llena de luz, que me alumbró por instantes.
-¿Me dirás ahora la verdad?-le dije, mirándole a los ojos.
Resignación cruzó sus ojos. Sacudió la cabeza.
-No debí haberte traído. Esto es una tontería.
-Pues sí. Esto es una tontería.-me levanté.-Me voy a casa.
Me giré y empecé a caminar hacia la carretera, a una parada de taxis.
-¡Espera!-noté su mano en la mía, que me retuvo.
-¿Qué? ¿Qué más quieres? ¿No me puedes dejar en paz?-le espeté.
Me miró a los ojos, durante un largo momento de silencio.
-No sé. No sé porqué no te dejo. No lo sé.-murmuró.
Cerré los ojos. No quería seguir allí. Me volví a girar, pero él me volvió a girar.
Se acercó a mí, pero yo no pude moverme. Nuestros labios estaban a milímetros.
Rob me miró a los ojos. Vi miedo en su rostro.
-No…no.-y apartó la cabeza.
Me estremecí. Casi volví a caer. Casi.
Me sequé las lágrimas, y salí corriendo.

lunes, 23 de julio de 2012

04* Hacia un destino desconocido.



Hacía días que no sabía nada de él. Ni siquiera había vuelto a ver un papel con alguna frase escrita. Nada de nada.
Esos días sin Rob fueron extraños. No lo echaba de menos, o eso quería decir, pero al fin y al cabo su ausencia se me hizo rara. Ahora todo estaba vacío.
Tenía la vista clavada en la fotografía de sus ojos, ya impresa y colgada en la pared, desde hacía una eternidad. El libro que tenía en mis manos ya me estaba aburriendo. Miré la estantería, y mis ojos me agradecieron cambiar de punto de mira. Allí estaba La Llamada del Cielo. Cerré el libro de golpe, que provocó un ruido parecido a un suspiro, y cogí el libro de la biblioteca. Lo abrí. Fui pasando páginas, hasta llegar al capítulo uno. Empecé a leer.
….
Él. En mi puerta.
Casi me maté cuando le vi a través de la mirilla. Sus ojos turquesa océano miraban incómodos a sus zapatos, haciendo que el pelo negro fuera lo único visible.
Luk White. El idiota más imbécil de todos los tiempos.
Estuve un interminable minuto sospesando la posibilidad de abrirle la puerta o hacerme la loca y dejarle allí echando raíces.
-Vamos, Cat, abre. Sé que estás allí. –oí que decía a través de la puerta.
Suspiré, resignada, y abrí.
-¿Qué?-dije en mi tono más antipático, borde y odioso que salió jamás de mis labios.
-Yo…eh…-no había despegado sus ojos tan antipáticamente increíbles de sus zapatillas.
-No tengo todo el día-hice ademán de cerrar la puerta.
-¡Espera!-exclamó, esta vez mirándome a los ojos.-Mira, lo que hice fue una estupidez. Lo sé. Y también sé que jamás me perdonarás, pero me han dicho que conoces a mi hermano. Rob.  Nunca nos hemos llevado bien, pero…
-…pero tu vida no me interesa. Adiós.
-Ha desaparecido.
Me quedé paralizada. Muda. Muerta.
-La policía lo está buscando. No hay rastro. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste? Es para ver si eso podría ayudar.
Abrí y cerré la boca como un pez. Al fin, pude articular palabras:
-En la biblioteca. Nos encontramos allí, un minuto, no más.
-¿Te dijo algo raro?
-No. –Sus ojos, cerca de los míos, a tres centímetros. Su huida, después de ese “tú…”.
-¿Segura?
Asentí.
-Bueno, pues…gracias.
Abrió la boca para decir algo más, pero cerré la puerta.

Rob. Desaparecido. ¿Para siempre?
Me derrumbé en el sofá. Me tapé los ojos con las manos. Ahora el mundo estaba tan gris como sus ojos. ¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Secuestrado? ¿Fugado?
Todas esas preguntas batallaban en mi cabeza, a punto de echarse a bajo. El corazón me dio una punzada, y grandes lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. No. No, no, no, y no. No iba a volver a llorar por un chico. Por muy desaparecido que esté. Porque eso sólo significaba una cosa, que no quería pensar. No iba a suceder.
-¿Cat…?-una voz temblorosa me sorprendió.
Levanté la vista. Rob estaba delante de mí. No pude contenerme, salté del sofá y me lancé a sus brazos. Le abracé con todas mis fuerzas. Él se quedó algo sorprendido, pero me devolvió el abrazo. ¿Cuánto tiempo nos quedamos así…horas, semanas…?
Al fin nos separamos, y yo me sequé las lágrimas en mi manga.
-¿Qué…? ¿Dónde estabas?-murmuré.
-Mira, no tengo mucho tiempo. Tienes que venir conmigo.
-¿Qué? ¿Adónde?-miré la puerta, donde mi madre podía aparecer en cualquier momento.
-Huir. –me cogió del brazo y me arrastró a fuera.
Me deshice de él.
-¿Adónde? ¿Por qué? No me moveré de aquí hasta que me lo digas.
Me miró un momento, dudando. Vi tristeza en sus ojos grises, pero no flaqueé.
-Vale. Muy bien. Sé que mi hermano ha hablado conmigo, y ha dicho que había desaparecido. Pues es mentira.
-¡QUÉ!-otra vez había caído en sus mentiras. Maldito, maldito, maldito mil veces sea Luk White.
-Sí. Lo que pasa, es que…
-…?
-…que todavía le gustas. Diciéndote que he desaparecido es una manera de hacer que te acerques a él.
Me quedé con la boca abierta.
-Luk no hace nada conmigo mintiendo.-dije, con toda la rabia del mundo.- ¿Y por qué tengo que irme contigo?
-Debemos huir. No te imaginas lo que es capaz de hacer mi hermano cuando quiere algo.
Me reí.
-Vamos, no será para tanto. No es que vaya a contratar a la mafia sólo para que esté a su lado.
Cogió las llaves de mi casa, me empujó a fuera y cerró.
-¡Eh! ¡Devuélvemelas!
-No, hasta que no te vayas conmigo.-y se encaminó hacia un taxi que había enfrente, y se sentó dentro.
Me resigné. Todo aquello tenía gato encerrado, y me moría de curiosidad de saber qué clase de gato era. “Vamos allá.” Y me interné en el taxi, que en cuanto cerré la puerta salió disparado hacia un destino desconocido.

miércoles, 4 de julio de 2012

03* Lluvia en Liberty



En el pueblo Liberty llovía un día sí, otro día también. Mi paraguas azul llevaba todos los años del mundo encima, y mi mochila amenazaba con petar de todos los libros que llevaba.
-¿Adónde vas, Caterina?
-Cat, Robert, Cat.-dije, sin dejar de caminar.
-¿Desde cuándo me llamo Robert?-preguntó él.
-Desde que me llamaste Caterina.
-¿Adónde vas?-Rob caminaba a mi lado.
Mira que es pesado, el tío.
-¿Podrías dejar de seguirme y pegarte a mi culo a todas horas?-espeté.
-No. Está en mi naturaleza.
Me paré en seco y le miré directamente a los ojos. Me quedé sin respiración, como cada vez que miraba sus grandes ojos grises. Recuerda, es su hermano, dijo una vocecita dentro de mí.
-Voy a la biblioteca a devolver unos libros, ¿vale? ¿Feliz?-dije, al final.
-Sí.-dijo Rob, con una gran sonrisa alegre. Demasiado alegre para un pueblo lluvioso y gris como Liberty.
-Y ahora déjame en paz.-y seguí mi camino.
La verdad, es que Rob no me molestaba en absoluto. Era divertido estar alerta siempre porque podía aparecer en cualquier momento. Siempre en el menos oportuno. También era divertido encontrar pequeñas notas por todas partes como en mi libro favorito, y con frases de ese libro. A veces, era un diálogo. A veces, un poema. Pequeñas cosas, que creo que venían de él.
-¿Por qué haces siempre esto?-pregunté, girándome. Pero no vi a Rob por ninguna parte.
Llegué a la biblioteca. La McGonagall, como la llamábamos todos en el pueblo por su parecido a la profesora de Harry Potter, me miró por encima de sus gafitas.
-No me ensucie la entrada.-dijo con voz severa.
Asentí. Traté de no ensuciar nada de barro, y me dirigí a su mesa. Deposité todos los libros de mi mochila (que no eran pocos).
-Para devolver.-le dije.
La McGonagall me miró.
-¿Vas a coger algún otro libro? Y por favor, no me diga que toda la biblioteca.
-Sí.
-Pues ya sabes.
Me perdí entre la hilera de estanterías que contenían un millón de historias, personajes, muertes, vidas, lágrimas, sonrisas… Caminaba dejando que mis dedos acariciaran los lomos de los libros. Cerré los ojos. La biblioteca era mi lugar preferido de Liberty, aparte del parque. Me hubiera gustado fotografiarlo todo, pero estaba prohibido.
Mis dedos se detuvieron en un libro. Lo cogí, y leí en su portada: La Llamada del Cielo, de una tal V. I.C. Casado. 
-Buena elección-oí una voz conocida a mis espaldas.
-Hola, Rob.-dije, sin volverme.
Miré la contraportada del libro, para ver de qué iba. No ponía nada.
Miré la portada otra vez. El título estaba en cursiva, y la imagen era de dibujos en un papel de rayas de nubes, flores, y corazones rotos. El lomo era diferente. Estaba formado por una foto del cielo y de nubes, también con el título.
-¿Es éste un libro realista?-pregunté.
-No lo sé. Compruébalo tú misma.  Yo no lo he leído.-contestó.
-¿Y por qué me has dicho “buena elección”?-le miré, extrañada.
-Porque el libro te estaba llamando, y no lo has ignorado. –respondió.
Silencio. Sentí cómo la rabia crecía en mí.
-Mira, chato, estoy harta de que te andes con misterios y me sigas por todas partes. ¿Me puedes decir de una vez qué te pasa?-exploté.
Él me miró, como si no se esperara que le dijera eso.
-Yo no te estoy siguiendo. Como si no hubiera cosas más interesantes que perseguirte. ¿Piensas que mi vida es así de aburrida?-dijo, serenamente.
Me lo quedé mirando con la boca abierta. Aquello era demasiado. Levanté la mano para darle una bofetada, como la otra vez, pero él sujetó mi muñeca.
El contacto de sus dedos sobre mi piel me quemó. Intenté apartarme, pero él me cogía bien. Le miré. Al coger mi muñeca, se había acercado a mí. Estaba a tres escasos centímetros de mí. Sus ojos no se apartaban de los míos, y yo no podía apartar tampoco la mirada de la suya.
Vi el temor en sus ojos grises. No supe qué hacer. Logré empujarlo lejos de mí, y el trastabilló. Me miró otra vez.
-Tú…-oí que decía.
Abrí la boca para decir algo, pero él se giró y se fue.
Y me quedé allí, con el libro en mis manos, preguntándome qué clase de persona era Rob.

martes, 3 de julio de 2012

02* Es nuestra historia y la contamos como queremos.



Era su hermano. Su hermano estaba ante mí.
-Sé qué ocurrió entre Luk y tú, y…
-¿Por eso estás aquí, verdad?-interrumpí, con la voz rota.-Vete.
-No.
-Muy bien, entonces.
Me levanté, y sin más ceremonias, me marché de ese lugar.
Mientras corría por las calles de mi pueblo, los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Otra vez llorando por él?, me dije con rabia. Me quité las lágrimas. ¿Es que nunca me iba a dejar en paz? Como si no hubiera sido suficiente verle, ahora me enviaba su hermano a molestarme. Sólo pido que me dejen vivir, no es tan difícil.
Llegué a mi casa, y saqué las llaves del bolso con rapidez. A causa de mi nerviosismo, se me cayeron al suelo. Suspiré. ¿Qué me pasaba hoy? Todo me salía al revés.
Pero antes de que pudiera recogerlas, una mano fue más rápida y me las dio.
-Ten.
Levanté la mirada, y cómo no.
-¿Y ahora qué?-espeté.
Rob me miró, con gesto dolido.
-Sólo quería decirte que no soy como mi hermano. Sé qué te hizo, y pienso que es idiota por dejar escaparte de esa forma.
Le arrebaté mis llaves de su mano y abrí la puerta de entrada. Antes de cerrar la puerta en sus narices, le dije:
-Sólo quiero que me dejen en paz.
Me preparé un chocolate caliente y subí a mi habitación, con mi libro favorito bajo el brazo. Era mi mejor manera de ignorar la realidad, aparte de escuchar música.  Cerré la puerta de mi habitación, me senté al lado de la ventana  y me dispuse a empezar mi lectura, con la taza del chocolate al lado.
Unos golpecitos en la ventana me sacaron de entre las páginas del libro. Miré a fuera y me encontré con unos grandes ojos grises. Abrí la ventana.
-¡¿Pero qué haces?!-grité.
Rob entró en mi habitación por la ventana, sin mi permiso.
-Entrar por las buenas.
-¿Y por las malas qué es?
-Romper la ventana.
-Existe la puerta, ¿sabes?
-Sí, sé, pero eso es para los pocos originales.-dijo, haciendo una reverencia.
Puse los ojos en blanco.
-¿Qué quieres?-pregunté, de malas maneras.
Rob se sentó en mi silla y tomó un sorbo de mi chocolate.
-Hum, le falta azúcar.-dijo.
-¿Quieres responderme?
-No.-cogió mi libro y lo hojeó.
-¿Perdona?
-Perdonada. Vete en paz.
Le di una bofetada, harta de todas esas tonterías. Él me miró, sorprendido.
-¿Me has abofeteado?-preguntó, con toda la tranquilidad del mundo. O eso aparentaba.
-Eso parece.-respondí.-y ahora, vete si no quieres que te vuelva a pegar.
Él se levantó, y abrió la ventana.
-Ese libro no es adecuado para ti.-dijo señalando mi libro favorito.
-¿Qué?
-Es demasiado amoroso. Todo es bonito y triste y al final los personajes se quedan juntos después de vencer a los que los separan. No es de tu estilo. Deberías leer cosas más realistas. Ese libro te llena la cabeza de pájaros.
Y salió, cerrando la ventana tras de sí.
Me senté en mi asiento, sorprendida por todo lo que me había dicho. Cogí mi taza e iba a beber cuando me acordé de que él había bebido allí, así que volví a poner la taza en el suelo. Cogí mi libro y lo miré. Era El cielo está en cualquier lugar. Me lo había leído unas siete veces, y no me cansaba nunca.
¿Qué quería decir Rob con un libro realista
Me asomé por la ventana. Ni rastro de Rob, pero vi un trozo de papel enganchado a la ventana. Abrí la ventana y cogí el papelito. Había algo escrito, con letra de médico. Ponía:
Es nuestra historia y la contamos como queremos.

domingo, 1 de julio de 2012

01* How to save a life.



Los escenarios cambian, las miradas no son las mismas. Puede que sea su misma sonrisa, pero algo es extraño. No lleva una promesa.
Fue sólo un instante, en que recordé nuestro primer encuentro. El mismo cruce, la misma sonrisa.
Pero todo había cambiado.
Nos miramos a los ojos un segundo suficiente.  Suficiente para recordar mi mirada desde esa ventana, un día de lluvia, en que él se marchó para no volver jamás.
Pasó a mi lado. Él siguió su camino, y yo el mío.
Nuestras vidas jamás debieron juntarse.
Sonreí. No era momento de lamentarse. Tenía toda una vida en mis pies. Una carrera como fotógrafa en un periódico. Él, seguramente ya había encontrado alguna universidad para estudiar  teatro. Cada uno tuvo unos sueños, que ya están a punto de cumplirse.  Nuestros caminos se separaron.
Sacudí la cabeza. El pasado, pasado está.
Llegué al parque y me senté en la hierba, y empecé a fotografiar todo. Los árboles, los pájaros, el césped meciéndose en la brisa, la gente, las nubes.
Cuando, mirando por la cámara buscando un nuevo objetivo, me topé con unos grandes ojos grises. Sin pensarlo, apreté el botón y se oyó un Clic.
-Ya estás borrando esa foto-dijo una voz.
Miré por encima de la cámara. Un chico con el pelo de un rojo oscuro y los ojos grises que había fotografiado, me miraba.
-¿Por qué? Ha salido muy bien.-repliqué.
-Vamos, bórrala. No me gusta que me hagan fotos.
Guardé la cámara,  para que no tuviera la idea de quitármela y borrar la foto. Hizo una mueca al ver que no la borré, pero no dijo nada.
-¿Quién eres, mi espía?-pregunté.
-Si fuera un espía, con esa foto me arruinarías. En realidad, soy Rob.
-Yo soy Cat.
-¿Cat?
-Sí. Gato en inglés. Pero es que Caterina es muy largo y no me gusta.
-Pues a mí me parece precioso. En cambio, Cat no me gusta.-dijo Rob.
-Pues me da igual.-repuse.
Silencio incómodo.
De acuerdo. Sé que no soy la persona más simpática y amable del planeta, pero, al menos, era sincera. O eso creía.
-¿Rob?-dije.
-¿Cat?
-¿A qué instituto vas?
-Al St. Hope. ¿Y tú?
-¿En serio? Yo también.-me sorprendí.- ¿Cómo es que no nos hemos cruzado nunca?
Sonrió maliciosamente.
-Sé ocultarme cuando quiero.
-Vale. Va, dilo: ¿eres nuevo, verdad?
-No.-respondió. Me empezó a irritar. En el St. Hope, todo el mundo se conocía.
-No te creo.
-Pues no me creas. Voy al mismo instituto desde pequeño.
-Imposible. Yo siempre he ido al Hopes, y nunca me he cruzado contigo. Y con ese pelo rojo, no eres fácil de olvidar.-inquirí.
Hopes es la manera en que todos los alumnos del St. Hope llaman a ese instituto.
-Rob Weasley, ¿qué hacías mirándome con esa cara mientras hacía fotos?-pregunté.
Él me miró, con una gran sonrisa, y se sentó a mi lado en la hierba.
- Bueno, normalmente no me encuentro con chicas tan guapas haciendo fotografías de hasta el último pedrusco del parque en  un día como éste.-respondió convirtiendo su sonrisa simpática en seductora.
-No lo conseguirás.
-¿Qué cosa?
-Esto que estás haciendo. Intentar seducirme. No funciona, déjalo.
-No estoy intentando nada.-dijo, intentado parecer inocente. Solté una carcajada, y él me observó, pensando en que lo mejor sería salir corriendo, lejos de una loca como yo.
-Vamos, no intentes ocultarte. Todos los chicos sois iguales, sin excepciones. Intentáis seducir a una chica, os la tiráis y después vais a la siguiente. Pues lo siento, Rob. Eso ya no funciona conmigo.  Anda, esfúmate y ve a buscar a otra presa más fácil.-fue el torbellino que salió de mi boca, y que le pegó a él en toda la cara.
-Yo no…Perdón si te ofendí… sólo soy sincero contigo.
-Sincero… vale.
-Es verdad.
-Que vale.
-No estoy intentando…
-Valeeeee, ya lo había pillado.
Nos miramos un rato. Sus ojos grises, eran como una tormenta que aguarda en el cielo.
-Me encantan tus ojos-se me escapó.
Ahora, el que soltó la carcajada fue él.
-Luego soy yo el seductor. Me tocaría decir ahora: todas las mujeres sois iguales…
Me reí a mi turno. La verdad, Rob era muy simpático.
-Oye, ¿te suena Luk White?
Mi sonrisa se esfumó, y me quedé completamente rígida.
Luk White era él. El que me había roto el corazón, el alma y la vida. El que me dijo te quiero, el más falso que jamás hubo en la historia mundial.
-¿De qué lo conoces?-dije con una voz glacial.
-Es mi hermano.