Vosotros

martes, 7 de agosto de 2012

08*El chocolate frío.



-Cat...regresa. Ven conmigo. ¿No te acuerdas de todo lo que hemos vivido? Vamos…ven…-Luk me miraba, suplicante. –Vamos…
Le cerré la puerta en las narices.
Cerré los ojos. Harta. Estaba completamente harta de este culebrón patético que se había convertido mi vida. Estaba bien con Rob, pero Luk acudía a mí cada dos por tres suplicándome que volviera con él. Incluso, una vez, le había pegado una bofetada, para ver si se cansaba al fin de mí. Pero volvió al día siguiente, como si nada.
Sólo faltaba que viniera con rosas y bombones, vestido con traje.
El timbre de la casa estaba sonado. Obviamente, no podía ser Rob, y sus manías de entrar por las ventanas de las casas. Era Luk.
-Y ahora, ¿qué?-espeté, abriendo la puerta.
Sus ojos azules eran cada día más tristes.
-Yo… es que…
-Adiós.
La volví a cerrar.
-¿Otra vez Luk?-gritó mi madre desde la cocina, donde se pasaba la vida.
-Sí.
-¿Y cuando vendrá Rob?
-¿Para que le atosigues a preguntas otra vez? Prefiero que no venga, pobre.
Mi madre se asomó por la puerta, con cara de fingida ofensa. Intenté sonreír, fracasando.
Subí a mi habitación, me senté en mi silla. Allí ya había mi chocolate y El cielo está en cualquier lugar preparados. Cogí el chocolate, le di un sorbo y empecé a leer.
Unos golpecitos en el cristal de la ventana me hicieron sobresaltar, y casi derramar mi chocolate.
-¿Qué manía tienes tú con el chocolate y ese libro?-dijo Rob.
Sonreí. Tenía que acostumbrarme a cerrar la ventana.
Saltó a mi habitación, me arrancó el chocolate de las manos, lo probó, y dijo:
-Demasiado dulce.
Me reí.
 -Nunca está de tu gusto, por lo visto.
-No. Lo que me gusta, es fastidiarte.
-Ya tienes medalla de oro en eso.
Sonrió.
-No lo dudes. Es todo un arte.
Me asomé por la ventana.
-Tienes que enseñarme cómo se hace.
-A tus órdenes.
Me cogió en brazos, y mientras yo lanzaba exclamaciones y protestas, él me tiró por la ventana.
Aterricé en el césped con un quejido.
Me levanté a duras penas, y miré hacia la ventana, donde podía ver su pelo rojo asomándose.
-¡Eres un bestia!
Me miré. Llevaba una sudadera roja gastada que me iba grande, ahora llena de hojas y tierra, y unos leggings negros hasta por debajo de la rodilla. Encima, iba descalza.
-¡Rob! ¡Tírame mis Converse!-le grité.
-¡Allá van!-y las lanzó.
Las cogí al vuelo y me las puse, sin calcetines.
Rob aterrizó a mi lado.
-¿Qué, vamos?-dijo.
-¿Y mi madre? Piensa que estoy en mi habitación.
Rob se encogió de hombros.
-Está la ventana abierta. Se entiende qué pasó.
Sonreí. Me imaginé a mi madre al verlo, y me dio pena. Fui a la parte de delante de la casa y llamé a la puerta. Escuché que alguien venía, y la puerta se abrió.
-¿Cat? ¿Cómo has llegado hasta aquí?-dijo, sorprendida.
-Quería decirte que voy a estar fuera un rato, ¿vale? ¡Hasta ahora!-di media vuelta y me fui.
 Salí corriendo por la carretera, y Rob me seguía. Llegamos a la biblioteca, y nos metimos dentro.
-No me llenéis la entrada de barro.-dijo la voz aburrida de la McGonagall.
Asentí, y llevé a Rob al final del todo, donde había unas butacas. Me senté, y él se sentó en una a mi lado.
-¿Por qué hemos venido aquí?-susurró Rob.
-No sé, pensé que la McGonagall se sentía muy sola.-sonreí, burlona.
-No creo que sea eso precisamente…
-Ya lo sé. Odia la presencia humana.
Rob se levantó de un salto.
-Vámonos de aquí. Conozco un sitio ideal para ti.
De repente, unas imágenes me vinieron a la cabeza. Imágenes de un momento parecido, pero con una persona diferente. Estaba con Luk, en una de las cafeterías del pueblo. Y me dijo exactamente lo mismo, llevándome a la playa. Era de noche, y él insistía en que me bañara, con todo y ropa. Al final, me empujó al agua, y cuando salí, le empujé a él.
Una punzada de dolor y tristeza familiar en el estómago. Me acordé de todas esas fotos que me había hecho, y que colgaban de su habitación. Me acordé de todas esas veces que había venido a mi casa, suplicándome perdón.
-Yo… no puedo.
-¿Qué?
-Rob…tengo que irme.
Y salí corriendo a través de la hilera de libros, pasé delante de la McGonagall, que me gritó algo que no llegué a escuchar, salí a fuera, y corrí por la calle empapada donde no había nadie para detenerme, y llegué a mi casa, donde subí por la ventana. No quería ver a mi madre, que con una mirada adivinaría todo lo que había pasado.
Me senté en la silla al lado de la ventana, y probé el chocolate, ya frío.

miércoles, 1 de agosto de 2012

07* Mi peor pesadilla.



En resumen: mi vida era un completo desastre. Primero, Luk. Luego, Rob. Tenía una sensación extraña en el estómago, y no sabía si eso era por Rob o por Luk. Con todas, mis fuerzas, deseaba que no fuera por Luk. Le odiaba. Sí. Le odiaba por todo lo que me había hecho, y también por lo que le hizo a Danielle.
Pero, en el fondo, todavía le quería. Y me odiaba a mí misma por ello. Le quería, por todo lo que habíamos pasado juntos. Me acuerdo de la vez en que él descubrió el teatro.
Estábamos en el teatro, sentados, esperando a que empezara. Él no paraba de decir que esas cosas no le gustaban, que seguro sería una porquería. Lo decía para enfadarme, y lo consiguió. Le espeté que seguramente el teatro se convertiría en su pasión y que todo me lo tendría que agradecer a mí. Abrió la boca para responder, pero en ese momento empezó la obra.
No era una obra muy buena, ni famosa, pero les quedó bastante bien. Me acuerdo perfectamente que a Luk le brillaban los ojos al acabar la obra, que se levantó y aplaudió con todas sus fuerzas. Me acuerdo que me insistió para que le acompañara a hablar con el director.
Así fue cómo empezó, y de hecho, el teatro se convirtió en su pasión. Tenía razón sin saberlo.
Arranqué la hoja de la libreta, hice una bola y la tiré por la ventana. Ale. De repente, oí un crujido y algo pesado que cae al suelo, con un quejido. Eso no podía ser una simple bola de papel. Me asomé a la ventana, y vi una figura con el pelo rojo.
-¿Qué, Spiderman pierde facultades?-grité.
-Eso parece-refunfuñó Rob.
Se levantó y volvió a escalar, esta vez sin caerse, y saltó a mi habitación.
-Hola, sir Original.
-Hola, miss Asesina.
Sonreí. Él me correspondió.
-¿Cómo vas?-preguntó, poniendo sus manos en el bolsillo.
-Teniendo en cuenta de todo lo que me ha pasado estos últimos días, estoy inusualmente bien. ¿Y tú?
-Tirando.-se encogió de hombros.
Suspiré, y me crucé de brazos.
-Vamos, Rob, suéltalo ya. ¿Para qué has venido?
-Por Luk.
Vaya.  Así que Luk se lo había contado. Mierda. Mierda. MIERDA.
- Debes tener cuidado con él. ¿Vale? Sé que ya te había dicho esto, pero es que no sabes lo que es capaz de hacer por conseguir lo que quiere.
Uff. Así que Luk no le había dicho nada de lo de ayer. Menos mal.
-¿Y qué quieres que haga? No puedo quedarme aquí encerrada para siempre porque Luk esté allí afuera. –repliqué.
-No, no es eso lo que quiero decir. –abrió la boca para responder, pero un ruido en la puerta de mi habitación hizo que nos giráramos, asustados.
-Oye, Cat, ¿con quién…-se oyó la voz de mi madre.
Se quedó allí, parada, en el umbral de la puerta. Miré a Rob, pero para mi sorpresa allí no había nadie.
Mi madre sacudió la cabeza, confusa.
-¿Con quién estabas hablando?-preguntó, al fin.
Me había quedado sin habla. ¿Cómo había hecho Rob para desaparecer tan rápido?
-Con el…teléfono.-y lo saqué de mi bolsillo.
-Ah, vale. Dentro de nada vamos a comer.
-Vale.-y se fue.
En cuanto cerró la puerta, me abalancé a la ventana abierta. Allí estaba Rob, colgando del marco de la ventana con los dedos, de tal manera que desde dentro no se veía.
-Vaya, vaya, vaya. Es muy tentador tirarte de ahí, ¿sabías?-dije, frotándome el mentón como si tuviera barba.
Rob, con un poco de impulso, volvió a entrar en la habitación.
-Ni se te ocurra-tenía la cara roja por el esfuerzo.
-¿Cómo has conseguido colgarte de ahí tan rápido?
-Pues nada, mientras tú mirabas con cara de susto a la puerta, me tiré por la ventana y me colgué justo cuando tu madre la abrió. –dijo, con cara de satisfacción personal.
Me senté en la cama.
-¿Qué, le digo a mi madre que te vienes a comer?-dije.
-¿Qué? Eh, no, no creo.
-Vamos, Robert. Cómete todo lo que te ponga y tendrás a mi madre en el bolsillo. Sólo tienes que saltar por la ventana y llamar a la puerta como persona normal. ¿Serás capaz?
-¿Y qué digo que soy? ¿Un amigo? ¿Un conocido? ¿El novio?-dijo, confuso.
Sonreí. Imaginé a Rob como mi novio. Nada mal.
-Improvisa.-me encogí de hombros.
-No soy mi hermano. No sé nada de teatro.
-Mejor. ¿Y qué sabes hacer?-dije.
-Pues…-se ruborizó. Me extrañé. Rob no es de esas personas que se ruborizan.- me gusta la música.
-¿Ah, sí? ¿Y qué tocas?-vaya. ¿Qué me pasa a mí con los artistas? Los chicos que me gustan siempre son artistas.
-No te rías, ¿vale?-asentí, aunque no podía reprimir la sonrisa- toco el piano.
-¿Qué? ¿En serio? ¡Me encanta el piano!-dije, y era verdad.
Sonrió, algo avergonzado.
-¿En serio? Me alegra de que te guste.
-¡CAT! ¡A COMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!-se oyó desde las escaleras. Así era mi madre, discreta y silenciosa.
-MAMÁ, ¿PUEDE VENIR A COMER ROB?-grité.
-¡CLARO! ERA CON QUIÉN HABLABAS ANTES, ¿NO?
-¡SÍ!
Me giré para mirar a Rob, que escuchaba nuestra conversación, divertido.
-Ya puedes ir a tocar la puerta.
Y bajé las escaleras corriendo.
-¿Y eso? ¿Habéis hecho las paces?-me preguntó mi madre al llegar a la cocina.
-Sí…-dije.
-¿Y cuándo llegará?-en ese momento sonó el timbre de la puerta.
-Eso sí que es oportuno.-dijo ella, yendo a abrir la puerta.
-Hola-dijo Rob.
-Hola. ¿Tú eres Rob, verdad? Yo soy Rose, la madre de Cat. Encantada.
-Lo mismo digo.
Sonreí ante el nerviosismo de Rob. Nos sentamos en la mesa, y mi madre nos dio el estofado que había preparado. Por suerte, siempre hacía comida como para un regimiento, y no faltó nada.
-Dime, Rob, ¿cómo va todo con tu hermano?-empezó mi madre con su interrogatorio.
-Bien.
-Cat me contó lo de tu supuesta desaparición falsa. ¿Qué pasaba?
-Nada. Luk, gastando una broma-mintió él.
Yo los observaba, intentando ocultar mi sonrisa. Mi madre no lo iba a dejar tranquilo, y me gustaba hacerle sufrir un poco.
-¿Ah? Bueno, bueno. –silencio.
-¿Qué tal te llevas con él?-dijo al fin mi madre, rompiendo el hielo.
-Regular.
-Ah. ¿Cómo es que no os parecéis en nada?
-Bueno… es que Luk es igual a mi padre, y yo, a mi madre.
-¿Qué tal el trabajo?-era la primera vez que hablaba desde que nos habíamos sentado a comer.
-Pues…bien.-dijo mi madre, algo molesta de haber interrumpido su interrogatorio.
-¿Y cuántos años tienes?-mi pequeño intento había fracasado.
-Diecinueve.
-¿Ah? Vaya, dos años mayor que Cat-me miró, extrañada.
Nos encogimos de hombros.
-¿Has acabado, Rob?-le pregunté.
-Sí-respondió, y yo me levanté. Él hizo lo mismo. Dejamos los platos en el lavavajillas, y subimos las escaleras, hacia mi habitación.
-Pero…-dijo mi madre.
-¡Adiós!-y cerré la puerta.
Me senté en la cama, y Rob se sentó a mi lado.
-¿Así que diecisiete, eh?-dijo.
-Sep. Y tú diecinueve. Algo viejo, la verdad.
-¿Viejo? ¿A quién llamas tú viejo?
Me reí de la cara de ofendido que tenía.
-Algún día tendrás que mostrarme cómo tocas el piano, ¿eh?
-Bueno…pero toco fatal.
-No, seguro que no.
-Cuando vomites, yo te avisé, ¿vale? Y quién avisa no es traidor.
-¡Anda, exagerado!
Entonces me di cuenta, en ese pequeño momento de silencio, en que sus ojos se encontraron con los míos, que realmente me gustaba estar con Rob.  Era especial.
Y, de repente, me di cuenta de que nos estábamos besando, no sabía desde cuándo.
Nos separamos dos centímetros apenas, y sonreí. Una punzada en mi interior. No. No podía, no quería.
Mi peor pesadilla se repetía. Me estaba enamorando.

jueves, 26 de julio de 2012

06* Un asunto pendiente.



Liberty.
Con su eterno cielo gris. Con esa brisa que hacía estremecer de frío. Con sus casas de madera y humo en las chimeneas. Con el bosque oscuro detrás, y la playa delante.
Llegué a mi casa, la cerré, y corrí a mi habitación. Oí ruidos en la cocina, y supuse que era mi madre.
-¿Cat, estás ahí?
Respondí con un portazo. Me senté en mi silla al lado de la ventana, perdiendo mis pensamientos entre las nubes amenazadoras de tormenta.
-¿Cat?-dijo mi madre, abriendo la puerta.- ¿estás bien?
No respondí.
Se sentó a mi lado, en la cama.
-Me puedes decir lo que sea.
Asentí.
-¿Te acuerdas de Luk?-empecé.
-¿El delgaducho con cara de estreñido?
Sonreí.
-El mismo. Pues hace una hora vino aquí y me dijo que su hermano, Rob, había desaparecido.
-¿Ah? ¿Luk tiene hermano? ¿Lo conoces?
-Sí.
-¿Y qué tal es?
-Es simpático.-dije, recordando el casi pero no beso.
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Es guapo?
-Mamá…
-Vamos, dime.
-Bueno…
Le señalé la foto de sus ojos, la que hice el día en que nos conocimos.
-Es él.
-Wow. Bonitos ojos. No me hace falta ver lo demás para saber que es un rompecorazones.
Sacudí la cabeza. Mi madre jamás cambiaría.
-¿Y qué más pasó?
-Pues que de repente apareció Rob cuando Luk se había ido, y me llevó a la playa.
-Mmm…muy romántico…
-Cuando le pregunté qué pasaba, no me quiso decir nada y me fue a besar, pero al final se arrepintió y me fui corriendo.
-Bah, hombres. No hagas caso. Los White no te merecen. Vamos, Cat, te prepararé palomitas y veremos una película. Te dejo escoger a ti.-se levantó y se fue.
Sonreí otra vez. Cada vez que estaba triste, mi madre y yo veíamos una película. Y siempre se me pasaba todo.
Pero esta vez, era diferente. Rob era diferente. ¿Por qué? No entendía nada. ¿Por qué Luk decía que había desaparecido, si estaba aquí mismo?
-Hola, ¿comisaría de Liberty?-pregunté por teléfono.
Había decidido tomar cartas con el asunto.
-Sí, ¿qué pasa?-respondió una voz masculina, no muy alegre.
-¿Han recibido algún caso de desaparición últimamente?
-No, desde hace años. ¿Con qué causa pregunta eso?
-Nada, curiosidad. Gracias, y perdón las molestias.-colgué.
Luk había mentido. Y yo averiguaría el por qué de toda esta tontería.
-Mamá, voy a salir.
-¡Pero si cenaremos en nada…!-protestó.
Suspiré. Mis planes podían esperar a mañana.
-Vale, saldré mañana.

...
-¿Cat, qué haces aquí?-dijo un Luk muy confundido.
Había decidido ir al lugar que más odiaba en ese momento. Chez White. 
Le aparté y entré en la casa sin su permiso.
-¿Rob?-grité con todas mis fuerzas en la casa.
-Pero, Cat…-dijo Luk. Lo ignoré.
Recorrí todas las habitaciones de la casa, pero parecía que allí no había nadie.
-¿Rob? –grité más fuerte por la ventana.- ¿Hay alguien?
Entré en la última habitación que me quedaba por ver. La habitación de Rob y de Luk.  Abrí la puerta, y me quedé con la boca abierta.
Era una habitación sencilla, con un escritorio al lado de la ventana, dos camas y algunas cosas desperdigadas por ahí. Pero eso no fue lo que me sorprendió.
Había fotos mías por todas partes. Fotos de mí, en el parque, en clase, haciendo fotos yo a algo, riéndome, llorando, comiendo un helado, poniéndome un sombrero en una tienda, en la playa. Un montón de escenas que había intentado olvidar con todas mis fuerzas estaban allí, plasmadas, colgando en una pared. Eran más que recuerdos.
-Sé que esto parece algo psicópata, pero es que no podía parar de pensar en ti.-dijo una voz a mis espaldas.
Me giré, con lágrimas en los ojos-últimamente lloraba más de lo habitual-y un corazón en mil pedazos. Miré a Luk.
-Te odio.-murmuré.
Él sonrió, triste. Me acordé cuando todo había cambiado. Los había pillado, a él y a ella. Ella era una chica muy simpática, con pelo rizado rubio y los ojos oscuros como la noche. Ella no sabía que Luk tenía novioa. Nos engañó a las dos. Ella, Danielle, se convirtió en una gran amiga mía. Odiábamos a la misma persona, por el daño que nos había hecho. El mismo dolor.
-Fui un estúpido. ¿Sabes que siempre te había querido a ti? Sólo a ti. Pero esa noche no sé qué me pasó. Sé que jamás me perdonarás, y te entiendo. Yo tampoco me he perdonado a mí mismo. Te perdí para siempre. Soy imbécil.
Cerré los ojos. No quería escuchar nada más. No quería verle nunca más.
-Te quiero.-murmuró a mi oído.
Y me besó. Mis lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas. El tacto de su piel me dolía. Luk besó mis lágrimas, me besó, me abrazó. Yo me quedaba quieta, sin hacer nada, como si fuera una estatua.
No lo soporté más. Abrí los ojos, y le empujé con todas mis fuerzas. Él cayó al suelo, desconcertado, y yo me fui corriendo por las escaleras.
Cuando salí de la casa, mi corazón volvió a latir con normalidad.
Cuando corría por las calles de Liberty, con la lluvia golpeando con furia mi rostro, mezclando mis lágrimas con las suyas, choqué con alguien.
-¿Caterina?-oí una voz familiar.
-¿Rob?-conseguí decir, con la voz rota.
Tenía a Rob delante, completamente empapado. Su pelo rojo, oscuro por el agua, le caía por la frente, y sus ojos grises eran más bellos de lo normal.
-¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?-me abrazó, intentado consolarme.
-Luk…-murmuré. Miré por encima de mi hombro, temerosa de que me hubiera seguido.
En la calle no había ni Dios.
-¿Qué te ha hecho él esta vez?-dijo, mirándome directamente a los ojos.
No iba a decírselo. No, claro que no.
-Nada-mentí.
-Caterina…
-No me llames así.
-Como si quiero llamarte Pepa de las Flores. Y no me cambies de tema.
Nos quedamos mirando así. Me gustaba discutir con él.
Con el pulgar, me empezó a acariciar lentamente la mejilla. Sonreí.
-Siento lo de ayer. No sé qué me cogió.
-Da igual.
-No, no da igual. ¿Sabes por qué?
-¿Qué?-pregunté, extrañada.
-Porque tenemos un asunto pendiente, Caterina.
Y me besó.
No fue como el beso de Luk, rápido, hambriento, doloroso. Fue un beso suave, dulce. Un beso como una caricia, leve como un suspiro.  

miércoles, 25 de julio de 2012

05* Casi.



Era el Océano.
Grande, gris azulado, de aire limpio y salado, con la melodía de sus olas llenando cada rincón del lugar.
Llené mis pulmones de ese aire, y luego los vacié. Sonreí.
-¿Te gusta este lugar?
-Me encanta.-respondí.
Rob me sonrió, complacido. Era una sonrisa llena de luz, que me alumbró por instantes.
-¿Me dirás ahora la verdad?-le dije, mirándole a los ojos.
Resignación cruzó sus ojos. Sacudió la cabeza.
-No debí haberte traído. Esto es una tontería.
-Pues sí. Esto es una tontería.-me levanté.-Me voy a casa.
Me giré y empecé a caminar hacia la carretera, a una parada de taxis.
-¡Espera!-noté su mano en la mía, que me retuvo.
-¿Qué? ¿Qué más quieres? ¿No me puedes dejar en paz?-le espeté.
Me miró a los ojos, durante un largo momento de silencio.
-No sé. No sé porqué no te dejo. No lo sé.-murmuró.
Cerré los ojos. No quería seguir allí. Me volví a girar, pero él me volvió a girar.
Se acercó a mí, pero yo no pude moverme. Nuestros labios estaban a milímetros.
Rob me miró a los ojos. Vi miedo en su rostro.
-No…no.-y apartó la cabeza.
Me estremecí. Casi volví a caer. Casi.
Me sequé las lágrimas, y salí corriendo.

lunes, 23 de julio de 2012

04* Hacia un destino desconocido.



Hacía días que no sabía nada de él. Ni siquiera había vuelto a ver un papel con alguna frase escrita. Nada de nada.
Esos días sin Rob fueron extraños. No lo echaba de menos, o eso quería decir, pero al fin y al cabo su ausencia se me hizo rara. Ahora todo estaba vacío.
Tenía la vista clavada en la fotografía de sus ojos, ya impresa y colgada en la pared, desde hacía una eternidad. El libro que tenía en mis manos ya me estaba aburriendo. Miré la estantería, y mis ojos me agradecieron cambiar de punto de mira. Allí estaba La Llamada del Cielo. Cerré el libro de golpe, que provocó un ruido parecido a un suspiro, y cogí el libro de la biblioteca. Lo abrí. Fui pasando páginas, hasta llegar al capítulo uno. Empecé a leer.
….
Él. En mi puerta.
Casi me maté cuando le vi a través de la mirilla. Sus ojos turquesa océano miraban incómodos a sus zapatos, haciendo que el pelo negro fuera lo único visible.
Luk White. El idiota más imbécil de todos los tiempos.
Estuve un interminable minuto sospesando la posibilidad de abrirle la puerta o hacerme la loca y dejarle allí echando raíces.
-Vamos, Cat, abre. Sé que estás allí. –oí que decía a través de la puerta.
Suspiré, resignada, y abrí.
-¿Qué?-dije en mi tono más antipático, borde y odioso que salió jamás de mis labios.
-Yo…eh…-no había despegado sus ojos tan antipáticamente increíbles de sus zapatillas.
-No tengo todo el día-hice ademán de cerrar la puerta.
-¡Espera!-exclamó, esta vez mirándome a los ojos.-Mira, lo que hice fue una estupidez. Lo sé. Y también sé que jamás me perdonarás, pero me han dicho que conoces a mi hermano. Rob.  Nunca nos hemos llevado bien, pero…
-…pero tu vida no me interesa. Adiós.
-Ha desaparecido.
Me quedé paralizada. Muda. Muerta.
-La policía lo está buscando. No hay rastro. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste? Es para ver si eso podría ayudar.
Abrí y cerré la boca como un pez. Al fin, pude articular palabras:
-En la biblioteca. Nos encontramos allí, un minuto, no más.
-¿Te dijo algo raro?
-No. –Sus ojos, cerca de los míos, a tres centímetros. Su huida, después de ese “tú…”.
-¿Segura?
Asentí.
-Bueno, pues…gracias.
Abrió la boca para decir algo más, pero cerré la puerta.

Rob. Desaparecido. ¿Para siempre?
Me derrumbé en el sofá. Me tapé los ojos con las manos. Ahora el mundo estaba tan gris como sus ojos. ¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Secuestrado? ¿Fugado?
Todas esas preguntas batallaban en mi cabeza, a punto de echarse a bajo. El corazón me dio una punzada, y grandes lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. No. No, no, no, y no. No iba a volver a llorar por un chico. Por muy desaparecido que esté. Porque eso sólo significaba una cosa, que no quería pensar. No iba a suceder.
-¿Cat…?-una voz temblorosa me sorprendió.
Levanté la vista. Rob estaba delante de mí. No pude contenerme, salté del sofá y me lancé a sus brazos. Le abracé con todas mis fuerzas. Él se quedó algo sorprendido, pero me devolvió el abrazo. ¿Cuánto tiempo nos quedamos así…horas, semanas…?
Al fin nos separamos, y yo me sequé las lágrimas en mi manga.
-¿Qué…? ¿Dónde estabas?-murmuré.
-Mira, no tengo mucho tiempo. Tienes que venir conmigo.
-¿Qué? ¿Adónde?-miré la puerta, donde mi madre podía aparecer en cualquier momento.
-Huir. –me cogió del brazo y me arrastró a fuera.
Me deshice de él.
-¿Adónde? ¿Por qué? No me moveré de aquí hasta que me lo digas.
Me miró un momento, dudando. Vi tristeza en sus ojos grises, pero no flaqueé.
-Vale. Muy bien. Sé que mi hermano ha hablado conmigo, y ha dicho que había desaparecido. Pues es mentira.
-¡QUÉ!-otra vez había caído en sus mentiras. Maldito, maldito, maldito mil veces sea Luk White.
-Sí. Lo que pasa, es que…
-…?
-…que todavía le gustas. Diciéndote que he desaparecido es una manera de hacer que te acerques a él.
Me quedé con la boca abierta.
-Luk no hace nada conmigo mintiendo.-dije, con toda la rabia del mundo.- ¿Y por qué tengo que irme contigo?
-Debemos huir. No te imaginas lo que es capaz de hacer mi hermano cuando quiere algo.
Me reí.
-Vamos, no será para tanto. No es que vaya a contratar a la mafia sólo para que esté a su lado.
Cogió las llaves de mi casa, me empujó a fuera y cerró.
-¡Eh! ¡Devuélvemelas!
-No, hasta que no te vayas conmigo.-y se encaminó hacia un taxi que había enfrente, y se sentó dentro.
Me resigné. Todo aquello tenía gato encerrado, y me moría de curiosidad de saber qué clase de gato era. “Vamos allá.” Y me interné en el taxi, que en cuanto cerré la puerta salió disparado hacia un destino desconocido.

miércoles, 4 de julio de 2012

03* Lluvia en Liberty



En el pueblo Liberty llovía un día sí, otro día también. Mi paraguas azul llevaba todos los años del mundo encima, y mi mochila amenazaba con petar de todos los libros que llevaba.
-¿Adónde vas, Caterina?
-Cat, Robert, Cat.-dije, sin dejar de caminar.
-¿Desde cuándo me llamo Robert?-preguntó él.
-Desde que me llamaste Caterina.
-¿Adónde vas?-Rob caminaba a mi lado.
Mira que es pesado, el tío.
-¿Podrías dejar de seguirme y pegarte a mi culo a todas horas?-espeté.
-No. Está en mi naturaleza.
Me paré en seco y le miré directamente a los ojos. Me quedé sin respiración, como cada vez que miraba sus grandes ojos grises. Recuerda, es su hermano, dijo una vocecita dentro de mí.
-Voy a la biblioteca a devolver unos libros, ¿vale? ¿Feliz?-dije, al final.
-Sí.-dijo Rob, con una gran sonrisa alegre. Demasiado alegre para un pueblo lluvioso y gris como Liberty.
-Y ahora déjame en paz.-y seguí mi camino.
La verdad, es que Rob no me molestaba en absoluto. Era divertido estar alerta siempre porque podía aparecer en cualquier momento. Siempre en el menos oportuno. También era divertido encontrar pequeñas notas por todas partes como en mi libro favorito, y con frases de ese libro. A veces, era un diálogo. A veces, un poema. Pequeñas cosas, que creo que venían de él.
-¿Por qué haces siempre esto?-pregunté, girándome. Pero no vi a Rob por ninguna parte.
Llegué a la biblioteca. La McGonagall, como la llamábamos todos en el pueblo por su parecido a la profesora de Harry Potter, me miró por encima de sus gafitas.
-No me ensucie la entrada.-dijo con voz severa.
Asentí. Traté de no ensuciar nada de barro, y me dirigí a su mesa. Deposité todos los libros de mi mochila (que no eran pocos).
-Para devolver.-le dije.
La McGonagall me miró.
-¿Vas a coger algún otro libro? Y por favor, no me diga que toda la biblioteca.
-Sí.
-Pues ya sabes.
Me perdí entre la hilera de estanterías que contenían un millón de historias, personajes, muertes, vidas, lágrimas, sonrisas… Caminaba dejando que mis dedos acariciaran los lomos de los libros. Cerré los ojos. La biblioteca era mi lugar preferido de Liberty, aparte del parque. Me hubiera gustado fotografiarlo todo, pero estaba prohibido.
Mis dedos se detuvieron en un libro. Lo cogí, y leí en su portada: La Llamada del Cielo, de una tal V. I.C. Casado. 
-Buena elección-oí una voz conocida a mis espaldas.
-Hola, Rob.-dije, sin volverme.
Miré la contraportada del libro, para ver de qué iba. No ponía nada.
Miré la portada otra vez. El título estaba en cursiva, y la imagen era de dibujos en un papel de rayas de nubes, flores, y corazones rotos. El lomo era diferente. Estaba formado por una foto del cielo y de nubes, también con el título.
-¿Es éste un libro realista?-pregunté.
-No lo sé. Compruébalo tú misma.  Yo no lo he leído.-contestó.
-¿Y por qué me has dicho “buena elección”?-le miré, extrañada.
-Porque el libro te estaba llamando, y no lo has ignorado. –respondió.
Silencio. Sentí cómo la rabia crecía en mí.
-Mira, chato, estoy harta de que te andes con misterios y me sigas por todas partes. ¿Me puedes decir de una vez qué te pasa?-exploté.
Él me miró, como si no se esperara que le dijera eso.
-Yo no te estoy siguiendo. Como si no hubiera cosas más interesantes que perseguirte. ¿Piensas que mi vida es así de aburrida?-dijo, serenamente.
Me lo quedé mirando con la boca abierta. Aquello era demasiado. Levanté la mano para darle una bofetada, como la otra vez, pero él sujetó mi muñeca.
El contacto de sus dedos sobre mi piel me quemó. Intenté apartarme, pero él me cogía bien. Le miré. Al coger mi muñeca, se había acercado a mí. Estaba a tres escasos centímetros de mí. Sus ojos no se apartaban de los míos, y yo no podía apartar tampoco la mirada de la suya.
Vi el temor en sus ojos grises. No supe qué hacer. Logré empujarlo lejos de mí, y el trastabilló. Me miró otra vez.
-Tú…-oí que decía.
Abrí la boca para decir algo, pero él se giró y se fue.
Y me quedé allí, con el libro en mis manos, preguntándome qué clase de persona era Rob.

martes, 3 de julio de 2012

02* Es nuestra historia y la contamos como queremos.



Era su hermano. Su hermano estaba ante mí.
-Sé qué ocurrió entre Luk y tú, y…
-¿Por eso estás aquí, verdad?-interrumpí, con la voz rota.-Vete.
-No.
-Muy bien, entonces.
Me levanté, y sin más ceremonias, me marché de ese lugar.
Mientras corría por las calles de mi pueblo, los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Otra vez llorando por él?, me dije con rabia. Me quité las lágrimas. ¿Es que nunca me iba a dejar en paz? Como si no hubiera sido suficiente verle, ahora me enviaba su hermano a molestarme. Sólo pido que me dejen vivir, no es tan difícil.
Llegué a mi casa, y saqué las llaves del bolso con rapidez. A causa de mi nerviosismo, se me cayeron al suelo. Suspiré. ¿Qué me pasaba hoy? Todo me salía al revés.
Pero antes de que pudiera recogerlas, una mano fue más rápida y me las dio.
-Ten.
Levanté la mirada, y cómo no.
-¿Y ahora qué?-espeté.
Rob me miró, con gesto dolido.
-Sólo quería decirte que no soy como mi hermano. Sé qué te hizo, y pienso que es idiota por dejar escaparte de esa forma.
Le arrebaté mis llaves de su mano y abrí la puerta de entrada. Antes de cerrar la puerta en sus narices, le dije:
-Sólo quiero que me dejen en paz.
Me preparé un chocolate caliente y subí a mi habitación, con mi libro favorito bajo el brazo. Era mi mejor manera de ignorar la realidad, aparte de escuchar música.  Cerré la puerta de mi habitación, me senté al lado de la ventana  y me dispuse a empezar mi lectura, con la taza del chocolate al lado.
Unos golpecitos en la ventana me sacaron de entre las páginas del libro. Miré a fuera y me encontré con unos grandes ojos grises. Abrí la ventana.
-¡¿Pero qué haces?!-grité.
Rob entró en mi habitación por la ventana, sin mi permiso.
-Entrar por las buenas.
-¿Y por las malas qué es?
-Romper la ventana.
-Existe la puerta, ¿sabes?
-Sí, sé, pero eso es para los pocos originales.-dijo, haciendo una reverencia.
Puse los ojos en blanco.
-¿Qué quieres?-pregunté, de malas maneras.
Rob se sentó en mi silla y tomó un sorbo de mi chocolate.
-Hum, le falta azúcar.-dijo.
-¿Quieres responderme?
-No.-cogió mi libro y lo hojeó.
-¿Perdona?
-Perdonada. Vete en paz.
Le di una bofetada, harta de todas esas tonterías. Él me miró, sorprendido.
-¿Me has abofeteado?-preguntó, con toda la tranquilidad del mundo. O eso aparentaba.
-Eso parece.-respondí.-y ahora, vete si no quieres que te vuelva a pegar.
Él se levantó, y abrió la ventana.
-Ese libro no es adecuado para ti.-dijo señalando mi libro favorito.
-¿Qué?
-Es demasiado amoroso. Todo es bonito y triste y al final los personajes se quedan juntos después de vencer a los que los separan. No es de tu estilo. Deberías leer cosas más realistas. Ese libro te llena la cabeza de pájaros.
Y salió, cerrando la ventana tras de sí.
Me senté en mi asiento, sorprendida por todo lo que me había dicho. Cogí mi taza e iba a beber cuando me acordé de que él había bebido allí, así que volví a poner la taza en el suelo. Cogí mi libro y lo miré. Era El cielo está en cualquier lugar. Me lo había leído unas siete veces, y no me cansaba nunca.
¿Qué quería decir Rob con un libro realista
Me asomé por la ventana. Ni rastro de Rob, pero vi un trozo de papel enganchado a la ventana. Abrí la ventana y cogí el papelito. Había algo escrito, con letra de médico. Ponía:
Es nuestra historia y la contamos como queremos.